Actualmente estudiante de filosofía del ITESO, Ángel forma parte del equipo de investigación de Dog Dog. A través de las experiencias con su propia manada de perros y gatos, nos comparte sus reflexiones sobre los animales y el mundo de la filosofía, en una interesante mirada al universo con una perspectiva única.
Dejamos otra vez las cuestiones de la ética animal de lado para venir con otra de mis anécdotas. Esta vez no les vengo a contar nada sobre mi manada (de mi manada ya les he contado y les contaré muchas cosas más). La cuestión se centra ahora en algo muy distinto.
Lo que sucede es que, durante toda mi vida he tenido una peculiaridad; los perros me siguen, sin que importe mucho la raza, el tamaño, el sexo o la edad los animales de compañía siempre me siguen.
¿Por qué lo hacen? Los motivos sin duda son variados, a veces intentan morderme, otras jugar conmigo, algunos, sin conocerme me piden brazos. Incluso, mucha gente dice que sus perros son tímidos y que no quieren jugar con nadie; sin embargo, tan pronto me ven se lanzan hacia conmigo. A la mayoría le encanta morderme, especialmente, la oreja derecha.
Lo más divertido de todo es cuando la gente se asusta porque piensa en su perro. Yo, en cambio, me pongo muy contento y los saludo. Si la gente me pregunta ¿qué eres? Bueno es un hecho de que, por naturaleza soy un estorbo (estorbo en casi todas las situaciones) pero, además de eso soy petfriendly, dogfriendly por naturaleza.
Cuando salgo de mi casa, generalmente hay un perrito pequeño que vive a un par de cuadras que comienza a perseguirme y a pedirme brazos. Peach se molesta mucho y comienza a tirar mordidas desde la seguridad de mis piernas. Eventualmente damos la vuelta para regresarlo a su casa.
Mi naturaleza no siempre me ha beneficiado, muchas veces me ha provocado el sufrir varias mordidas y sangrados (a veces algo grandes, pero nunca demasiado profundos o peligrosos). Por ejemplo, mientras Newton crecía me encantaba jugar luchas con él. El juego consistía en intentar derribar al contrario hasta colocarlo espaldas planas contra el suelo. Al principio era fácil y no era peligroso, bastaba con engañarlo y cargar con fuerza contra él . Conforme fue creciendo, el juego se puso interesante, vencerlo se tornó primero en un reto, luego en algo muy difícil y posteriormente imposible. Newton aprendió el juego, saltaba sobre mí y antes de que pudiera girarme me mordía las piernas y, cuando ya estaba en el suelo me mordía la oreja. Era muy divertido, me veía obligado a reaccionar rápido hasta que los peligros inherentes al juego se volvieron superiores.
Lo cierto es que disfruto y disfrutaré mucho de mi condición petfriendly, particularmente cuando puedo jugar con los perros y, cuando animales que no he visto en mucho tiempo que todavía me recuerdan bastante bien.
No todas las personas son como yo, muchas son indiferentes hacia los animales. Algunas más simplemente no gustan de su compañía. Un pequeño grupo de personas les teme (sobre todo personas que alguna vez han sido violentadas por perros. Lo cierto es que, si no le gustan los animales, le pediría que cuando menos los respete, ellos no le hacen daño. Además, muchas veces ellos carecen de las herramientas para siquiera defenderse de quienes pretenden dañarlos.
Si usted ha sido víctima de un perro, le recuerdo que los perros son como las personas, no todos son iguales y la agresividad tiene sus razones de ser. Si un perro lo mordió alguna vez, de eso no se deduce que todos lo morderán. ¡Pierda el miedo y acérquese de nuevo a ellos!