Actualmente estudiante de filosofía del ITESO, Ángel forma parte del equipo de investigación de Dog Dog. A través de las experiencias con su propia manada de perros y gatos, nos comparte sus reflexiones sobre los animales y el mundo de la filosofía, en una interesante mirada al universo con una perspectiva única.

Cualquiera diría que la primera y más obvia respuesta a la pregunta ¿los perros juegan fútbol? sería un contundente ¡No! Lo cierto es que mi  hermano, Newton y yo, desarrollamos una versión canina del llamado “Torito” (he llegado a pensar que todo mundo conoce este juego, pero por si acaso daré una breve descripción). El “Torito” es un juego que consta de un grupo de jugadores colocados en círculo, donde uno de los jugadores se coloca en el centro de mismo; la idea es simple, los jugadores que forman esta circunferencia deben tocar el balón entre ellos, evitando que el jugador que se encuentra en el centro pueda tocarlo. De hecho, el juego es tan sencillo, que incluso Newton, el torbellino también puede entenderlo.

Para efectos de nuestra versión, es un poco más austera porque básicamente consiste en mi hermano jugando con el balón y haciendo pases de vez en cuando. Lo divertido y bruto del juego viene, claro está, con la intervención del perro. En un juego normal, el “Torito”, que se encuentra al centro debe cumplir ciertas reglas tácitas no escritas, como por ejemplo no pegarle a los demás jugadores, sin embargo, Newton parece haber inventado su propio reglamento.

Como buen can, él sólo quiere el balón y no hay juego justo que lo detenga. Una vez que ha comenzado la partida, Newton se abalanza sobre el balón… si no consigue robarlo por las buenas, continúa buscándolo hasta que comienza a morder a los jugadores con tal de obtenerlo a toda costa, pronto su repertorio de estrategias se amplía a cabezazos y tacleadas, hasta que viene la parte más divertida (y con mucho la menos violenta del juego), que es verlo cortar los pases aéreos, saltando con gran agilidad y fuerza digna de un pastor alemán, una vez que ve el balón en pleno vuelo. Eso sí, aunque a veces consigue cortar su trayectoria, nunca realmente roba el balón, pues siempre le termina rebotando.

Una vez que el juego vuelve al piso, la cosa se torna más bruta, pues este can comienza a darlo todo. Tal es su enjundia que suele derribarme con tacleadas, incluso tirando mordidas antes de que el balón alcance a su destinatario.

La semana pasada, por ejemplo, mi hermano me lanzó un pase, tras lo que me coloqué de espaldas a Newton porque no podía devolverle el balón. Newton encontró entonces una solución sencilla y aprovechó el vuelo que ya traía para darme un buen cocazo en la espalda. Ésto no sin mi inminente reclamo, solicitando a nuestro árbitro que asestara la ¡Falta!, ¡Tarjeta, por favor! Por razones que parecieran más evidentes para este perrito que para un jugador clásico, a Newton no le importó y se llevó el balón lleno de júbilo por haber logrado robarlo.

Antes de esa tremenda jugada, yo había decidido jugar limpio, pero al convencerme de que no sería posible, opté por robarle el balón, para lo que me valí de un clásico y muy evidente aventón y un par de cargas con los hombros que lo lanzaran al suelo para intentar recuperar el balón. Siempre le he dicho a mi hermano que si Newton fuera un verdadero jugador profesional, sería un excelente central, pues comprende aquella máxima que dice “pasa el balón o pasa el jugador, pero nunca los dos juntos”. Aunque admito que Newton lleva a veces este principio un poco más allá… Si hablara un buen día nos diría “Ni pasa el balón, ni pasa el jugador porque a los dos los muerdo yo”.

La estrategia es entonces saber que, sin importar su energía y agresividad, Newton es bastante fácil de engañar. Basta con hacer una finta como si fuera a lanzar el balón hacia arriba y esperar el momento justo cuando brinque hacia arriba para lanzarlo por debajo. Al final, Newton se enoja porque no sabe dónde quedó ese balón.

Cuando por fin roba el balón, se pone muy contento y corre conduciéndolo con sus patas delanteras, lo que usualmente no dura mucho tiempo porque la conducción del balón no es su fuerte y suele terminar cayéndose en este intento. Por lo demás, le encanta morder el balón, aunque esto no lo tiene permitido ya que si lo hiciera nos dejaría sin juego; entonces, al no querer perder su trofeo, se acuesta sobre él y juega a tirar mordidas si intentas arrebatarselo.

Sin duda nuestra versión del fútbol no es una apta para puristas, pero es bastante divertida. Así que ya sabes, si quieres jugar fútbol con Newton deberás acostumbrarte a jugar a lo bruto.

¿Tu perro juega fútbol o algún otro deporte a su modo?