Actualmente estudiante de filosofía del ITESO, Ángel forma parte del equipo de investigación de Dog Dog. A través de las experiencias con su propia manada de perros y gatos, nos comparte sus reflexiones sobre los animales y el mundo de la filosofía, en una interesante mirada al universo con una perspectiva única.

Navegar por internet es algo más que una simple actividad, para mí es una aventura diaria que nunca se sabe con certeza dónde, cómo ni cuándo acabará.  En internet uno puede encontrar todo lo que se imagina – de hecho más de lo que se puede uno imaginar.-

Antes de Internet, la gente se quejaba de que no existía suficiente información o que era muy complicado acceder a ella. Ahora, el problema es el opuesto -hay demasiada información. -Lo complicado es discernir, separar la información valiosa de la inútil o, la verdadera de la falsa. Existe un exceso de información, con el cual es bastante complicado (y se los digo por y con toda la experiencia) lidiar. Además, el exceso de velocidad puede convertir un hecho simple y trivial en un fenómeno mundial.

Mi lector se preguntará, ¿qué tiene que ver esto con nuestra relación con los perros? ¿No se supone que al menos nos vas a hablar de animales ? Sí, necesito esta introducción para dar comienzo y aclarar mi punto, por favor sea paciente.

Entre todo este mar de información, de vez en cuando -si uno tiene suerte y las herramientas adecuadas- información invaluable, detalles que permiten tomarle el pulso a una situación específica o a nuestro mundo globalizado.

Y eso fue justamente lo que me sucedió hace unos días, cuando, leyendo el Financiero  me enteré de que el circo más antiguo del mundo cierra sus puertas definitivamente.

Lo primero que hay que hacer ante un tema tan delicado es -suspender el juicio.- Lo sencillo, lo que la mayoría de la gente hace, basada en la emoción y en la opinión es gritar, juzgar y tomar una postura rápidamente. Como filósofo, lo que me compete  es tratar de desmenuzar el problema fríamente, intentando separar lo bueno de lo malo, lo conveniente de lo inconveniente.

¿Qué dice esto sobre nuestro mundo? En primer lugar, que vivimos en una realidad dinámica, la cual es complicado comprender y predecir, pues, los administradores del circo mencionaron que cerraron su espectáculo por dos razones:

La primera es que su espectáculo fue incapaz de competir con la tecnología, pues, no pudo atraer al público joven. La segunda y quizás la más importante es que, la presión de los grupos animalistas, tanto por la vía ilegal, como por medio de la protesta directa terminó ahogando al circo, que, aunque venció ante los tribunales demostrando que sus métodos de entrenamiento no eran crueles (al menos eso dicen ellos), perdieron credibilidad ante el público en general y eso los condenó .

En segundo lugar, es claro que la tecnología está cada vez metida en nuestra vida y está cambiando las maneras fundamentales en que nos relacionamos con los demás, un cambio que no sé hasta dónde nos llevará (y probablemente sea mejor no saberlo).Ante un problema tan vasto, creo que es necesario recordar que, en ética, muchas veces las generalizaciones rápidas y simples no sirven para nada. No es muy útil hablar de “los circos”, pues, al hacerlo se ocultan las particularidades del caso y no se accede a información crucial. No tengo todos los detalles del caso y es por eso que no pienso tomar una postura tajante respecto al cierre de este circo. Lo importante en este caso es elaborar las preguntas correctas y tomar a todos los involucrados en cuenta a la hora de tomar una decisión. En un problema ético -especialmente en uno tan complejo como éste-  hay que escuchar atentamente a todas las voces.

En tercer lugar, me parece claro que a un número creciente de personas le parece sospechosa la idea de que el mundo sea una cosa de nuestra propiedad y que lo que hay en él es simplemente un añadido para nuestro beneficio. Cabe destacar que vivimos en un mundo repleto de problemas y contradicciones y, nuestra relación con los animales representa la regla y no la excepción .

A primera vista pudiera pensarse que simplemente habría que liberar a los “pobres animales” del malvado circo. Lo cierto es que el problema es mucho pero mucho más complejo que eso, y es que, si no es el circo ¿quién va a alimentar y cuidar a los animales? Pudiera pensarse en la reinserción (el regreso de los animales a su ambiente natural); sin embargo es bien sabido que ese tipo de procedimientos son costosos y con pocas probabilidades de éxito. En caso de que esa fuera la vía, ¿quién va a costear el proceso?  ¿Qué pasará si fracasa? Lo que queda claro es que, si se pretende que los animales sobrevivan, cerrar el circo y tirarlos a su suerte no es la mejor opción.

También  hay que recordar que existen circos sin animales , donde acróbatas profesionales divierten al público con sus maravillosas cualidades físicas. Con esto en mente puedo decir que no creo que éste sea el fin de los circos.

Personalmente puedo decir que tengo muchos años sin ir a un circo y que nunca me llamaron fuertemente la atención. Prefiero otras maneras de divertirme y que,  en ausencia de necesidad, utilizar a los animales para beneficio humano, en este caso para recreación humana es innecesario y muchas veces cruel.

Nunca iría a protestar contra un circo, porque no soy hipócrita y no hace falta que nadie me recuerde la flagrante contradicción en la que incurriría al comer carne y protestar contra el sufrimiento animal. Además no me considero ni trato de aparentar ser animalista. Si escribo sobre ética animal es porque creo que, a aquellos que viven con animales les podría interesar reflexionar un poco acerca de lo que nosotros, los humanos le hacemos. Por si fuera poco, este espacio constituye un esfuerzo por acercar la filosofía contemporánea al público en general.

En todo caso, si usted quiere boicotear a un circo, la manera más sencilla de hacerlo es dejando de asistir a ellos. El circo es ante todo un negocio y si usted deja de asistir al circo le dará a sus dueños y promotores donde más les duele -en la cartera.- Muchas veces, las marchas y las protestas son contraproducentes.

Por otro lado, pienso que el hablar de otros animales y sus virtudes puede hacernos pensar el lugar privilegiado que injustificadamente nos hemos dado.