Muchos sabemos que la edad de los perros es diferente a la de los humanos y que el estimado de vida varía de acuerdo a la raza y tamaño entre los 8 y 16 años en promedio; pero pocos nos preparamos para la pérdida de este querido miembro de la familia, sobre todo cuando es, hasta ese momento, el compañero de vida de alguno de nuestros hijos.
Una historia de vida
Hércules llegó a la casa justo cuando Max mi hijo menor tenía 1 año recién cumplido; un Rottweiler pequeñito que adquirimos mediante un señor cuya perra había tenido crías y nos lo entregó vacunado y desparasitado.
Fue así que Hércules se quedó como compañero de mis hijos en la casa, juguetón y niñero como suelen ser esta raza, creció sin contratiempos, compartiendo las divertidas idas a la playa, salidas a caminar y siendo un guardián de la casa (tienen un instinto territorial y protector muy desarrollado). Era fácil encontrar a Hércules y alguno de mis hijos tumbados en el piso, abrazados pata con brazo después de juguetear hasta el cansancio.
Cuando mi hijo mayor se fue de la ciudad para estudiar, Max se quedó a cargo de Hércules 100 por ciento: lo alimentaba, estaba pendiente de sus paseos y baños, incluso cada que era posible pedía que se le llevara al spa canino para corte de uñas, cepillado de dientes y shampoo. Así pasaron 14 años en las que Hércules incluso disfrutó vacaciones en un rancho para perros o navidad en otras ciudades junto con nosotros.
Mi primer amigo fiel se va
Fue después del fin de año en que ya con 14 años el perro empezó a notarse cansado, muy tranquilo, durmiendo casi todo el día, recostado en el pasto. Un buen día, al regresar Max de sus actividades, le vio una lesión en una de sus patas, pensamos que algunas hormigas lo habían picado y eso provocó que el mismo se rascara con los dientes (mucha imaginación), por lo que lo movimos del patio a la cochera. Al día siguiente lo bañamos y lo llevamos al veterinario para que atendiera la lesión, Max lo cargó para subirlo a la camioneta, aunque aún caminaba lento.
Ahí empezó el calvario, ya que al tratar de bajarlo de la camioneta para entrar al consultorio ya no pudo sostenerse en sus patas traseras. Fue examinado, le hicieron análisis de sangre para descartar alguna enfermedad, le pusieron suero y al final el diagnóstico fue desplazamiento de la cadera por la edad, irreversible. Fueron dos semanas de ir y venir con el veterinario, de que cada vez estuviera más débil porque no se movía, dejó de comer y por último ya no quería ni tomar agua, lo cargamos y bañamos diario porque no podía hacer sus necesidades más que recostado, ya no se movía.
En la última visita al veterinario (3 semanas después de que dejó de caminar), no había mucho por hacer y Hércules estaba sufriendo de dolor en sus extremidades; Max quería aún que lo checara, por lo que el médico le dijo la verdad y la sugerencia fue sacrificarlo para que dejara de sufrir. Un golpe muy fuerte para Max. El veterinario nos explicó el procedimiento y que no sentiría dolor. Dado que ya no queríamos verlo así, decidimos sacrificarlo.
El primer duelo de mi vida
Nos dieron un tiempo a solas con Hércules, para despedirnos y fue un momento muy difícil para el que nadie está preparado, mucho menos si ves llorar con tal dolor a uno de tus hijos. Sus palabras fueron tan sinceras y de corazón, para quien como él le dijo, “fuiste tú quien cada día estuviste ahí para mí, adiós amigo” y es que crecer 14 años juntos pata con mano, sin duda deja lazos profundos.
Max vivió el primer duelo de su vida, por fin Hércules descansó y ahora lo que sigue, ¿qué hacer con su cuerpo? Optamos por la incineración, buscamos un lugar con experiencia y esa misma tarde personalmente fuimos a entregar el cuerpo. En 5 días ya teníamos sus cenizas, su certificado de defunción y su huella inmortalizada en una pieza de yeso, Max sintió cierto alivio, lo vi en su rostro, cuando recibió la urna.
No es sencillo pasar por esto, pero sin duda hay que siempre estar pendientes de la edad de nuestros hermanos o hijos de cuatro patas y darles la atención que merecen hasta el último día de su vida. Y claro, pensar en nuestros hijos que en momento determinado se tendrán que despedir de su fiel amigo, porque así es el ciclo de la vida.
Nannette Sedas