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Cuando el rescatista vio a la pequeña bola de pelo bajo el coche abandonado, jamás se imaginó el impacto que tendría en otras personas. La llevó a casa y pronto estuvo en condiciones para ser puesta en adopción. Siempre a la búsqueda  de humanos y mordiendo todo a su paso. Se le dió el nombre de Gipsy. Al cumplir los 6 meses, había pasado ya por más de 5 casas, lamentablemente no había podido encontrar una familia que la quisiera para siempre.

Los voluntarios de los eventos de adopción ya se habían acostumbrado a verla sin falta en cada uno de los eventos, moviendo la colita a todo el que se acercaba a saludarla. Ese día, una familia recién llegada a la ciudad fue de visita al evento, sin  intención de que se les integrará un nuevo miembro.

El niño de nombre Tony, fue el primero en notar a Gipsy. A primera  vista se enamoraron uno del otro. Gipsy lo besó y se acercó a olerlo. La mamá  no se sintió muy segura, pero al ver que Gipsy y Tony se llevaban  bien, decidió aceptarla. Los voluntarios les hicieron una breve entrevista y registro. Al cabo de un hora, la familia ya estaba de paseo con su flamante nuevo miembro. Esa fue la adopción que cambió su vida.

Al llegar a la casa Gipsy parecía un poco abrumada, tal vez acostumbrada a que dentro de pocos días sería llevada de vuelta a su rescatista y puesta nuevamente en adopción, sólo con Tony se sentía tranquila. El lunes fue un día difícil para todos, Gipsy pasaría su primer  día  sola en casa. Le dejaron la puerta trasera abierta de par en par para que pudiera salir al jardín a tomar el sol o jugar. En el jardín del frente de la casa habitaba el pato Juan.

Tras un descuido, el pato Juan fue dejado en el patio de atrás y la familia se fue a trabajar. A la hora de la comida, mamá  regresó a casa y se llevó una desagradable  sorpresa. Gipsy había devorado gran parte de Juan. Al escuchar el ruido de la puerta, Gipsy había llevado los restos del animal hasta los pies de mamá, moviendo la cola, orgullosa de su cacería. Mamá, en shock, llamó a papá para pedirle que Gipsy  regresara con sus rescatistas. Después de un rato de plática, papá pudo convencer a mamá  de que ahora eran familia y que no  debían darse por vencidos  fácilmente con un nuevo miembro.

Esa noche, papá  salió al jardín a platicar con Gipsy. Acarició el suave  lomito del cachorro y le dijo, “Sé que no fue tu culpa, pero estamos muy tristes, todos queríamos mucho a Juan. Pero mientras cuides de Tony, yo me encargo de que te quedes con nosotros para siempre. Te lo prometo”.

Meses pasaron y Gipsy hacía más travesuras. Acabó con el pasto del jardín, comió  juguetes de Tony, orinó dentro de casa y masticó los zapatos favoritos de mamá. Paseos en la mañana y en la tarde, juguetes, pelotas, homeopatía y nada parecía funcionar a menos que estuviera cerca de Tony.

Tiempo después, en una noche  calurosa, la família había decidido dejar una ventana  abierta. Un amante de lo ajeno que viendo la oportunidad, entró y se dio a la tarea de buscar cosas de valor mientras todos dormían. Gipsy pudo escuchar el sonido de un invasor dentro de la casa desde la recámara de Tony. Los pelos del lomo se le erizaron, ladró con todas sus fuerzas. Los dientes  brillaron con la escasa luz que entraba por la ventana y se lanzó tras él. Mientras papá  despertaba  desconcertado, Gipsy había podido reaccionar de una manera casi inmediata, evitando que el invasor pudiera avanzar. Al levantarse a inspeccionar, papá pudo darse cuenta de lo sucedido, un florero roto y unas huellas en la alfombra serían testigos.

Al día siguiente, papá se sentó con Gipsy. Tony se acercó a ellos y fue recibido por una colita  moviéndose y una naricita húmeda en la mejilla. Tony  abrazó a Gipsy y le dio un gran beso en la cabeza. Papá solo pudo agradecerle por todo al noble animal.  La pronta reacción de Gipsy los había puesto a salvo. En su camita, Gipsy  descansaba entre ronquidos. Papá la observó y sonrió desde lejos. Las travesuras  continúan hasta el día de hoy. Los hoyos en el jardín, el lodo por la alfombra y los cables mordidos.

No hay contrato más válido que el amor de un perro. Cuando los dejas  entrar a tu casa, te conviertes para ellos en su familia; en su mundo  entero. La vida les dio un miembro  más de la familia y les dio a entender que todos merecemos una oportunidad.

¿Tu amigo peludo ha hecho algo especial por ti y/o tu familia? Si hoy por hoy tienes una Gipsy en casa, un perrito que acabas de adoptar, en Dog Dog Encaminando a Tu Perro estamos para ayudarte en el proceso de adaptación de ambos a través de diferente servicios basados en nuestra filosofía «Juntos en las patas de tu perro» que incluye métodos de educación  canina adecuados, constancia, respeto, simpatía por las emociones y técnicas  basadas en la etología canina. ¡No dudes en contactarnos!

Diego Alpizar.

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