Nos encontramos frente a uno de esos temas que en apariencia resultan muy simples; sin embargo, cuando los analizamos detalladamente, nos develan una serie de problemas que no son apreciables a simple vista.
¿Por qué no plástico?
En efecto, el plástico es un problema ecológico a nivel mundial y es necesario reducir su producción y consumo. Superficialmente, pareciera que la opción obvia para levantar las deposiciones que tu amigo peludo suele dejar por ahí durante el paseo es la sustitución de las bolsas de plástico por las de papel.
Poca gente sabe que la huella de carbono que deja la producción de papel es mayor que la del plástico. A cambio, ofrece ventajas al momento de la degradación de sus componentes y reincorporación al medio ambiente. Sin embargo, en el proceso de descomposición también ocurre que el papel libera gas metano, el cual contribuye a generar el efecto invernadero. Así que la solución es un poco más complicada de lo que parece.
¿Qué usar entonces?
En las tiendas especializadas es posible encontrar alternativas de papel diseñadas para sustituir las bolsas de plástico, las cuales cumplen al menos cabalmente con un diseño muy práctico. Las hay de varios tipos, formas y tamaños, pero todas son viables para la función que fueron fabricadas.
También puedes intentar una solución casera, un pequeño contenedor de cartón rígido fabricado por ti, adicionado con una capa de arena para gato o simplemente de tierra seca (importante para absorber la humedad de las popós). Podría convertirse en una magnífica y económica solución al problema. Si el cartón proviene de una caja usada, mejor todavía.
Por cierto, si no sabes cómo hacer una caja de cartón a partir de una hoja plana, en Internet encontrarás innumerables opciones de plantillas para descargar.
Otra alternativa, también disponible en las tiendas especializadas, son las bolsas «compostables». A simple vista lucen igual que una bolsa de plástico común, pero en su fabricación se han utilizado materiales y procesos que permiten al plástico descomponerse e integrarse de nuevo al medio ambiente de una manera poco agresiva.
Si tienes la suerte de contar con un espacio propio y abierto, podrías intentar enterrar las heces de tu amigo peludo. Es muy importante que puedas lograr al menos 15 cm de profundidad y es absolutamente crucial que se haga lejos de cualquier fuente de agua o tierra cultivable. Recuerda que los excrementos caninos pueden contener parásitos o bacterias que, con facilidad, podrían provocar un foco de contaminación para otros animales y también para los humanos.
Por el momento, no son muchas las alternativas comerciales disponibles que nos faciliten la tarea y, en consecuencia, es el momento propicio para ser imaginativos y plantearnos soluciones que podamos implementar por nuestros propios medios.