A veces quisiéramos total libertad entre nosotros y los perros, una interacción natural y espontánea… O que entre nuestro  perro y el de otra  persona automáticamente reinara la armonía. Pero no es así. No  se nos puede ni se les puede dejar libres como el viento. Como dicen las mamás: “esos no son modos”.

Existe algo llamado modales, que la mayoría de nosotros los humanos  aprendemos de nuestros padres o de nuestro entorno. Unos más exquisitos que otros, pero los modales son una serie de conductas, acciones y comportamientos que nos permiten (medio) convivir entre personas. Pero al momento de la interacción  humanos/perros y perros/perros, los modales se olvidan o se desconocen, no lo sé.

Imaginen esto: Se encuentran ustedes felices con su grupo de amigos, ya se conocen, ya saben cómo  son. Cerca de su grupo de amigos, se encuentra otro grupo de amigos a quienes no conocen y jamás han visto. De pronto, alguien en el otro grupo tiene la brillante idea de decir, “¡voy a ir corriendo a interrumpir a ese grupo de desconocidos con toda la energía y escándalo que me sea posible!” ¿Se lo tomarían  bien? Pues los perros  tampoco.

Que tú creas que tu perro “quiere conocer” o “jugar” con otro que no conoce, no significa que debes de dejarlo. Sobre todo si evidentemente el otro perro y su humano están guardando  distancia, ¡por algo será! Que dos  perros se conozcan por primera  vez puede ser mucho más complejo de lo que imaginan. Así que mejor: detrás de la raya.

Otra situación muy frecuente es que alguna persona quiera acariciar a tu perro. Se entiende, sobre todo si a esa persona le gustan los perros y si los perros en cuestión son los míos, que son hermosos… pero no vine a presumir. Ya te habla de muy buenos  modales que la otra persona te pida  permiso para tocar a tu perro, aunque todavía existen  pelafustanes que los tocan sin más trámite (#posestos).

Imagina la escena entre humanos: tú estás en pleno chisme con tu amigo, a quien yo también conozco, y muero de ganas porque nos presenten; pero en vez de esperar al usual “mira te presento a… “, yo me vuelo la barda en iniciativa e interrumpo su plática para plantarme  frente a ti y saludarte, ¡poniendo mi mano sobre tu cabeza! ¿Te gustaría? Bueno pues a los perros  tampoco les gusta que les toquen la cabeza, por lo menos no de inicio.

El protocolo de buenas  costumbres  caninas  dicta que primero, se le pide  permiso al humano para tocar al perro; segundo, acerco el dorso de mi mano al perro para que la huela y si me acepta, entonces puedo  tocarlo  debajo de su hocico y cerca del cuello. Pasado ese filtro de aceptación, puedo acariciarlo con más confianza en otras partes del cuerpo. Mientras no pases ese filtro: detrás de la raya.

Los perros son muy sensibles a la voz de los humanos; el tono, intención y volumen que le demos a nuestra  voz los puede asustar, enojar o excitar. Volvamos a usar nuestra imaginación… Tus amigos te invitan a cenar a su casa. Te arreglas, llevas un pastel, llegas muy puntual y en cuanto cruzas la puerta los saludas con la voz más chillante, aguda y alta que te es posible:

“AAAAAAAAAY PERO QUEEEEÉ GUUUSTOOOOO DE VEEEERLOOOOOS”. No sé cómo se lo tomen tus amigos, pero es muy posible que los perros se pongan muy loquitos, ladren, aúllen, brinquen y capaz que hasta se orinan.

Tu has visto lo excitado que se pone tu perro cuando le hablas  chiqueado, pero es TU  perro. Tú sabrás. Cuando estés con otros perros, no les hables  así de entrada porque no sabes si para su humano le representa un problema. Háblale  a un perro con normalidad, si no mejor: detrás de la raya.

No se nace con modales, ¡se aprenden! No son algo natural ni intrínseco en las personas. ¿Modales caninos? ¡Menos! Por suerte para todos, en Dog Dog Encaminando a tu Perro son expertos y pueden ayudarte a entender cómo es la correcta  interacción  entre y con  perros. Búscalos y pide una asesoría.

Aranza Alvarado